Este fenómeno es un desafío para la gobernanza democrática. Los gobiernos de todos los niveles, los legisladores y hasta los jueces enfrentan el desafío de que sus propuestas y decisiones se procesen en clave de batalla cultural, política o moral. El periodismo y las Organizaciones de la Sociedad Civil atraviesan el mismo problema con sus agendas de intervención en la escena pública. De este modo, cualquier iniciativa está o bien etiquetada desde su origen, o bien asimilada con posterioridad a un bando u otro de los antagonismos que atraviesan las distintas sociedades. Esto, a su vez, genera un espiral de intolerancia que dificulta el debate, la convivencia, y en algunos casos, fomenta el autoritarismo.